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Colombia, dos caras de la moneda

En la década del 80 y 90, época diabólica para Colombia, rondaban dos fenómenos populares como el narcotráfico: sinónimo de miedo y grosería, y sentimiento por el fútbol, gozo y pasión. Protagonistas de izquierda a derecha, no solo jugadores, cuerpo técnico y espectadores, sino también ‘patrocinadores sucios’ y/o narcotraficantes ambiciosos.
Debido a la pobreza y el hambre sufrida por algunos de estos personajes, terminan convirtiéndose en productores y comercializadores de estas sustancias psicoactivas; nace una época caótica para el país, el auge del Narcotráfico en Colombia. Quizá resulte algo absurdo e inesperado frente al tema futbolístico, pero puede resultar muy significante. Equipos que hoy en día poseen prestigio y fama de grandes, hicieron parte de los negocios de estos personajes, siendo patrocinados por ambiciosos mafiosos, dejando atrás la esencia del juego, por prácticas oscuras, que tenían el resultado como único objetivo.

Esta etapa de nuestra historia que es recordada por muchos, no es más que un periodo de tristeza, desolación y alegría, padeciendo un cambio de ánimo con cada circunstancia y acontecimiento que ocurriera alrededor del país; por un lado la fiebre que sentían los hinchas de ver a su equipo campeón y por otro la tristeza de ser víctima de la pérdida de valores de nuestra sociedad.
La consecuencia: logramos el prestigio futbolístico en Colombia, teníamos una de las mejores selecciones a nivel mundial de la

época, jugadores reconocidos internacionalmente, se convirtieron en la imagen positiva del país, sin embargo no lograron mejorar la percepción internacional de violencia e impunidad que se presentaba.
En la Copa Mundial de Fútbol de 1990 llevada a cabo en Italia, la tricolor protagonizó un buen papel, avanzando a octavos de final, luego de conseguir una victoria de 2-0 frente a Emiratos Árabes Unidos, un empate a uno ante Alemania y una derrota por la mínima diferencia con Yugoslavia en primera fase. La ilusión se derrumbó cuando cayó 2-1 frente a Camerún en octavos.
Luego de cuatro años, en el mundial del 94 con Estados Unidos de anfitrión, Colombia se prepararía una vez más para vivir la ilusión de ser grande. Especialistas y aficionados del fútbol, como el mismísimo Rey Pelé, reconocido mejor jugador de toda la historia, consideraban favorita a la tricolor luego de una impecable eliminatoria, en la cual la selección recibió solo dos goles.



"Si perdemos, la vida sigue. Mañana sale el sol y cantan los pajaritos"
Francisco Maturana

Los jugadores preparados, pero algo descompuestos por la difícil situación social que vivía el país, comenzaron el primer partido de la fase de grupos, viviendo una espantosa pesadilla en la cancha al caer 3-1 frente a Rumania; a  la autoestima en el suelo, se le suma las amenazas recibidas por apostadores colombianos. Para el segundo partido el cuerpo técnico y los jugadores tendrían fe y esperanzas por conseguir buen resultado y terminar con el infierno, pero todo resultaría mal cuando caen otra vez frente al local Estados Unidos. En este partido comienza la amargura cuando el recordado defensa Andrés Escobar se equivoca y convierte el autogol que desencadena en su asesinato, la tristeza que sentía al saber que marcó en su misma puerta no fue más que el detonante de lo que le estaba por suceder. Tras la derrota parcial que sufría Colombia, el mediocampista Tab Ramos, colocaría un pase para Earnie Stewart, delantero de Estados Unidos que ampliaría 2-0 para su país, cerrando el libro de Colombia en el mundial del 94. Nuestra selección en medio del desespero convierte un gol a manos del delantero Adolfo ‘El tren’ Valencia, que no alcanzaría para terminar con la mala racha. En el último partido, sin tener oportunidad de avanzar a octavos, la selección conseguiría la única victoria frente a Suiza por 2-0.



“Ojalá que el fútbol, sea medio para acabar con tanta violencia, para que se convirtiese en escuela de convivencia y valores”.
Andrés Escobar

Debido a la mala racha que vivía la selección y al estado de terror en el que se encontraba el país, algunos jugadores decidieron no regresar, y otros, por la recomendación del técnico abstenerse a apariciones en lugares públicos. El 2 de Julio de 1994, el defensor Andrés Escobar, autor del autogol que condujo a la eliminación colombiana, salió con un grupo de amigos haciendo caso omiso a las recomendaciones de su director técnico, pero fue aquí donde fue víctima de un atentado de muerte, luego de discutir con personas que lo insultaban gritando mientras disparaban: “Gracias por el autogol”



“A Andrés no lo mató el fútbol, lo mato la sociedad”
Francisco Maturana

Este país que disfruta a raíz de los goles de la selección, donde en un momento la tristeza y la ira pasan a segundo plano y los mismos mafiosos gozan de la fiesta del gol, se convierte en uno de los tantos actos alevosos que destruye a la gente y al fútbol. Por un momento, se olvidan del verdadero sentimiento y acuden a actos soeces, por la ambición del dinero y la incomprensión de admitir que somos seres humanos, y como tal nos equivocamos.

"Le digo una cosa, de fútbol nadie sabe nada. Los que dicen que saben de fútbol están equivocados. Todos los días hay que aprender. Es como el médico que se gradúa y si no vuelve a leer de medicina, se le olvida"
León Londoño Tamayo

Hoy es 2012, y ya ha pasado más de una década desde aquel incidente que paralizó al fútbol y al mundo entero; desde aquel entonces no vemos la magia del fútbol colombiano presente

en algún mundial. Con este sumamos catorce años esperando el momento de disfrutar el placer que sintieron nuestros papás y abuelos de ver a los jugadores correr dentro de un césped internacional. Aún tenemos la fe de ver a nuestra Colombia en la lista de equipos clasificados al mundial de Brasil 2014, esperando poder ponernos la camiseta tricolor cada vez que los muchachos están en escena, poniendo en alto el nombre de nuestro país, mostrando lo que en verdad somos y desmanchando esa mala imagen que el mundo tiene de nosotros.

Redacción: Sebastián Abril Cediel (HACO)

© 2020 por Sebastián Abril Cediel (Haco) Bogotá, Colombia.

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